26 junio, 2009

Y ahí estaba ella, con la rutina tapándole la mirada. No se siente una más, tampoco la mejor, sólo intenta encontrar en sus discos viejos las respuestas a todos sus problemas que parecen no decirle nada más que lo que ella quiere escuchar. Evitando la caída de la lluvia que oscurece el dolor se deja caer en su cama. Nunca entendió la mayoría de las cosas de la vida, ni a las personas, ni a los sentimientos. Vivió sin detenerse nunca a preguntar, pero cuando se dio cuenta que estaba preguntando no pudo parar. Escondió y borró toda evidencia que le pudiera hacer llegar a cuestionarse como llegó a sentirse de esa manera. Tan inválida de reacción, ciega de pensamientos, sorda de problemas. Y ahí estaba ella, con la rutina tapándole la mirada…

M. Clara Grosso

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